CAMINANDO RUMBO AL 24
Fiel a su costumbre política, tan arraigada en su diario actuar, el Presidente de la República gusta y disfruta de dictar la agenda pública de la Nación. De marcar los movimientos del ajedrez político, lo que maneja a la perfección, y que hoy día, el tablero nos marca como meta el 2024.
De carácter férreo, disciplinado y gran pasión por el trabajo, Andrés Manuel forma parte de la historia política de México. Es sin duda, la figura modelo y más admirada y respetada al interior del Movimiento de Regeneración Nacional.
Andrés luce incansable, como si el tiempo se hubiera detenido en él. Como si fuera el mismo de los largos recorridos por la Chontalpa tabasqueña en los años 70 del siglo pasado.
Él sigue en el camino, en su batalla, en su lucha. Se le ve contento, animado, esperanzado. Y a pesar de que en los próximos meses llegará al mítico quinto año en el poder, está ya construyendo la continuidad del proyecto, su proyecto en la Presidencia.
Es innegable que hay momentos en los que su agenda de actividades, tanto públicas como privadas parecen la de un eterno candidato presidencial en busca del apoyo popular. Lo mismo habla de economía que de historia; de inversiones que de energía; de gobernabilidad y de seguridad pública. De sus seguidores y de sus críticos.
Pero su corazón y su alma, son políticos. Se da el tiempo necesario para jugar con los sentimientos de sus opositores, de hacerlos enojar, de seguir sus líneas, de caer en su dinámica.
Apegado a ese estilo tan propio, en meses pasados abrió al imaginario colectivo la baraja de aspirantes y suspirantes a sucederlo. Incluso, tuvo el acierto mercadológico de llamarlos “corcholatas”, apodo con el que hoy son conocidos en todo el país. Un grupo de personajes que lo han acompañado desde hace muchos años en múltiples jornadas. Siempre cercanos, siempre amigos, pero sobretodo, siempre leales.
Y esas corcholatas, no se destapan, se mueven, ni respiran, si no lo dicta el espacio de acuerdo al interés del propio Presidente. Dichos movimientos son de una perfección milimétrica, precisa. Un día fuertes y cercanos, al otro distantes y peleados. En momentos con reflectores y en otros en las sombras. Ese, es parte del ajedrez del Primer mandatario. Perfectamente estudiado, con intenciones claras.
Pero mantener el mismo juego por mucho tiempo, puede desgastar y desgastar mucho al movimiento que encabeza.
Sin lugar a dudas y de manera objetiva, se reconoce que el papel de López Obrador en MORENA debe ser modificado y reorientado. No debe seguir siendo el centro indiscutible y único del universo político alrededor del cual giran los grupos de interés morenista y que, algunos de ellos, solo lo usan como coartada para combatir a los demás. El problema principal en el futuro cercano de morena, es que el caudillismo central se multiplica y reproduce por todo el país y por lo tanto puede convertirse en una suma de mini presidencialismos que ahuyenten de a poco el apoyo popular. Lo que ha probado una y otra vez ser ineficaz, pareciera ser la fórmula que intenta persistir al interior de algunos morenistas despistados.
El nombre de Andrés Manuel López Obrador cuenta ya con un lugar relevante y preponderante en la historia de México, en el movimiento social y popular, en la izquierda. Pero es ahora cuando él mismo debe plantearse la posibilidad de abandonar de manera gradual el papel de líder moral indiscutible, de jefe máximo, de gran caudillo para permitir que surjan las figuras nuevas, para así facilitar y forzar la disolución de los grupos y la aparición de las nuevas tendencias y modos de ver al país y a la política; para facilitar que sus “corcholatas” trasciendan de lo inmediato y logren consolidar el avance de la Cuarta Transformación. Que sea quien sea, la mujer o el hombre elegido, transiten de la manera más tersa posible para construir su propio proyecto en aras del bien nacional.
Solo el tiempo nos dirá si tenemos razón.